No le des todo a tus hijos

Generalmente estamos acostumbrados a expresar nuestro afecto de forma física a través de regalos y en definitiva esta no es la excepción cuando se trata de engreír a nuestros hijos. Es totalmente comprensible que en épocas especiales queramos regalarles los juguetes más lindos o algún dispositivo electrónico que quizá esté de moda. No obstante, es igual de importante tomarnos un tiempo para examinar la frecuencia o el exceso en el que podamos estar incurriendo al querer poner una sonrisa en el rostro de nuestros pequeños.

Sabemos que todo exceso es dañino en cualquier circunstancia, por ello, al proporcionar una gran cantidad de bienes materiales a nuestros hijos que, claro está, no sean estrictamente vitales o indispensables para su crecimiento, terminamos ocasionando un efecto contraproducente, arriesgándonos a algunos posibles escenarios:

  • A medida que va transcurriendo el tiempo, el niño adquiere la creencia errónea de merecer absolutamente todo sin necesidad de esforzarse en lo más mínimo.
  • Progresivamente, el niño asociará inconscientemente el afecto y cariño con el valor material que se le pueda ofrecer. Por lo tanto, si no le es dado un presente, significa que esa persona no le ama lo suficiente.
  • Los perjudicamos hasta llegar al punto en que ellos mismos consideren por defecto, en un futuro no tan lejano, que todas las personas deben estar a su entera disposición, aconteciéndose el famoso fenómeno del “niño dictador” .

Cabe precisar que el afecto y el valor intrínseco del niño no son directamente proporcionales, es decir, que un niño no “vale” más ni menos por el simple hecho de recibir muchas muestras de cariño. Ningún niño necesita luchar, patalear ni tampoco clamar para obtener cariño ni ser digno de amor y afecto; nada más alejado de la realidad que esto.

Por otra parte, el ofrecer cosas materiales de forma desmedida nunca podrá reemplazar el amor, cuidado y valoración que un hijo pueda recibir de su padre, madre y seres queridos.

A lo que sí estamos llamados es a cooperar con el desarrollo sano de la autoestima en nuestros hijos, favoreciendo a su vez su autonomía y colaboración en el hogar como miembro importante de la familia, enseñándoles con nuestro ejemplo que ya son valiosos por el simple hecho de ser ellos mismos.